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Pérdida y desperdicio de alimentos tiene un impacto en el medioambiente

La pérdida y el desperdicio de alimentos tiene un impacto negativo en el medioambiente. Muchos alimentos se pierden o desperdician a lo largo de toda la cadena alimentaria, desde la producción agrícola hasta el consumo final en los hogares, y las causas de la pérdida de alimentos varían en diferentes partes del mundo.

En países en desarrollo las mayores pérdidas de alimentos se dan en las primeras etapas de la cadena alimenticia, principalmente debido a problemas técnicos y de gestión para el almacenamiento, refrigeración y transporte; pero también, hay una gran cantidad de alimentos que se desperdician durante el consumo o que se tiran (28%), incluso cuando aún están en buen estado, que es inaceptable. Las pérdidas de alimentos conllevan el desperdicio de recursos utilizados en la producción como tierra, agua, energía e insumos, por lo que producir comida que no va a consumirse supone emisiones innecesarias de CO2 que contribuyen al calentamiento global y cambio climático.

Los países que más emiten gases de efecto invernadero en relación con las pérdidas y los desperdicios de alimentos en América Latina son Brasil y México.

La magnitud del impacto aumenta con el nivel de procesamiento y refinado de los productos alimentarios y el eslabón de la cadena alimentaria donde se pierden o desperdician. Los países que más emiten gases de efecto invernadero en relación con las pérdidas y los desperdicios de alimentos según el Instituto de Recursos Mundiales en América Latina son Brasil y México.

De las comidas que más se desperdician en México, según la FAO, son guava, leche, y mango. Pero otros países también tienen graves problemas. En Chile, por ejemplo, un estudio encontró que el 20% de la cosecha de lechugas se desperdiciaba.

¿Cuántos alimentos se pierden y desperdician actualmente?

A nivel mundial, aproximadamente un tercio de las partes comestibles de los alimentos producidos para el consumo humano se pierde o desperdicia, lo que representa alrededor de 1.300 millones de toneladas al año, lo que incluye el 30% de los cereales, entre el 40 y el 50% de las raíces, frutas, hortalizas y semillas oleaginosas, el 20% de la carne y productos lácteos y el 35 % de los pescados. Según datos del Banco Mundial en América Latina la mayor pérdida de alimentos se da en los eslabones de producción y consumo.

La Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y Alimentación (FAO) estima que el 6% de las pérdidas mundiales de alimentos se dan en América Latina y el Caribe y cada año la región pierde o desperdicia alrededor del 15% de sus alimentos disponibles. Con los alimentos que se pierden en la región sólo a nivel de la venta–es decir en supermercados, ferias libres, almacenes y demás puestos de venta– se podría alimentar a más de 30 millones de personas, es decir, al 64% de quienes sufren hambre en la región.

El 6% de las pérdidas mundiales de alimentos se dan en América Latina y el Caribe

Los alimentos que se pierden a este nivel en Bahamas, Jamaica, Trinidad y Tobago, Belice, Bolivia, Colombia, Ecuador, El Salvador, Surinam y Uruguay son los que se necesitarían para alimentar a todos quienes sufren hambre en dichos países.

Por otro lado, el Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA) identificó las principales pérdidas de alimentos que se dan en la producción agrícola. Se presentan altas pérdidas en productos de alto consumo a nivel de hogares; por ejemplo, en la Región Andina se pierden aproximadamente el 40% de papas y el 35% de los vegetales en Haití. La pérdida también es alta en productos de exportación, en Ecuador hay pérdidas de bananos y en países del Caribe, se pierden en mayor proporción las calabazas. Las causas de estas pérdidas son entre algunas, la falta de equipo para conservar la cadena de frío e inadecuado manejo y embalaje de los alimentos.

¿Qué hacer?

Existen formas de evitar las pérdidas y desperdicios en todos los eslabones de la cadena alimenticia, principalmente mediante inversiones en infraestructura y capital físico. La FAO y el IICA recomiendan mejorar la eficiencia de los sistemas alimentarios y la gobernanza sobre el tema mediante marcos normativos, inversión, incentivos y alianzas estratégicas entre el sector público y privado. Un ejemplo son los bancos de alimentos, los cuales reúnen comida que por diversas razones sería descartada para su redistribución, y que ya existen en Costa Rica, Chile, Guatemala, Argentina, República Dominicana, Brasil y México. El año pasado cerca de 190,000 toneladas de comida fueron recuperadas por estos bancos de alimentos y distribuidas a través de 12,700 organizaciones no gubernamentales.

A nivel individual, como consumidores debemos de mejorar nuestro comportamiento, debemos ser más conscientes en la selección y compra de alimentos y en el uso de los mismos. Por ejemplo, no debemos dejarnos llevar por los “estándares estéticos” que imponen los supermercados, sino debemos de seleccionar y comprar frutas y vegetales que tengan “imperfecciones”, aún mejor será si se compran directamente a los pequeños productores -esto evitará que los alimentos que no cumplan con los estándares de peso, tamaño y apariencia sean descartados- es importante mencionar que las “imperfecciones” no alteran ni el sabor ni el aporte nutricional de los alimentos.

También, se recomienda planificar las compras, comprar pequeñas cantidades de alimentos, y volver a comprar cuando sea necesario nuevamente para evitar que los alimentos caduquen por falta de uso o inadecuado almacenamiento. Otro cambio de conducta propuesto, es no preparar ni llenar el plato con más comida de la que se es capaz de consumir, si se tiene comida en buen estado que ya no se desea consumir, es aconsejable donarla.

Además de esos comportamientos, debemos de tratar de modificar nuestra dieta a una más sostenible -para el ambiente-, por ejemplo, limitar el consumo de carne -ya que la producción de 0.9 kg de carne emite 13 kg de CO2 y utiliza una gran cantidad de agua y tierra para su producción- y productos lácteos, y tratar que la base de nuestra alimentación sean las frutas, vegetales y legumbres que además de ayudar al ambiente, traerá muchos beneficios a la salud. Tomando estas acciones estaremos sumando esfuerzos para alcanzar el objetivo 12 de la nueva Agenda de Desarrollo Sostenible, el cual es, lograr la producción y el consumo responsable de alimentos.

Procuremos disminuir al mínimo la pérdida y desperdicio de alimentos, y sensibilicemos a otros sobre las implicaciones que las inadecuadas prácticas de consumo tienen en el medio ambiente. Conoce la iniciativa mundial sobre la reducción de la pérdida y el desperdicio de alimentos: Save Food.

Mónica Mazariegos es nutricionista con una maestría en salud pública con énfasis en epidemiología. Actualmente es estudiante de Doctorado en Ciencias en Nutrición Poblacional en el Instituto Nacional de Salud Pública de México. Síguela en Twitter @MonikMazariegos.

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